Un fenómeno seguido tanto de lejos como de cerca
Desde mediados del siglo XIX, la Oscilación del Atlántico Norte ha sido objeto de observaciones, primero sobre tierra y después, cada vez más, sobre los océanos. Con los satélites estas medidas han llegado a ser sistemáticas y continuas desde hace varios años, permitiendo así un seguimiento real.
El Atlántico Norte bajo el ojo del altímetro
Los cambios que caracterizan la Oscilación del Atlántico Norte, así como las variaciones de temperatura que le acompañan, modifican el nivel del mar. El océano reacciona a los cambios del régimen de los vientos, los cuales influyen sobre las corrientes, las olas, la temperatura de superficie... Estas variaciones pueden ser observadas por los satélites altimétricos como Topex/Poseidón o Jason-1.
Todas estas medidas pueden servir de indicadores capaces de detectar las fases de la oscilación, y poder así ser utilizadas en los modelos de previsión climática.
Otros satélites permiten observar la temperatura superficial o la velocidad del viento y deducir informaciones sobre los intercambios de calor entre el océano y la atmósfera. Estos datos, unidos a las medidas in-situ en profundidad y disponibles sobre periodos relativamente largos, permiten comprender el papel del océano en esta Oscilación.
1995-1996, un cambio brutal
Entre los inviernos de 1995 y 1996, se observa una elevación del nivel del mar en la región de Islandia, y una disminución más al sur. A la vez el índice de la Oscilación del Atlántico Norte muestra un fuerte cambio. Esto se traduce en una disminución de los vientos de oeste en la región islandesa y asimismo en un calentamiento de las capas superficiales del océano. Este calentamiento, corroborado por las medidas in-situ, parece ser el origen de una gran parte de las variaciones del nivel del mar.